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jueves, 2 de junio de 2016

Llega el verano.



Estamos a primeros de Junio y pronto llegarán las vacaciones de verano, lo que será motivo de alegría para unos y de preocupación para otros.  Alegría para muchos niños que se sienten encarcelados en horario escolar y que necesitan descansar, jugar, aburrirse y soñar, aprender cosas distintas y tener experiencias diferentes; preocupación para esos padres que no disponen de vacaciones y no saben cómo atender a sus hijos durante ese período que se les antoja eterno, que lo tienen difícil para llegar a fin de mes o directamente, no llegan a fin de mes, y no disponen de un dinero extra para que su hijo haga “ese curso, campamento, viaje”  que posiblemente les haga a ellos más felices que a su hijo (porque son ellos quienes realmente desearían haber hecho ese curso).



Cuando miro la cantidad de ofertas que ruedan por las redes sociales de “Campamentos y cursos de verano” para niños de AACC, me surgen varios sentimientos casi contradictorios: por un lado, la alegría de ver una oferta desbordante que no existía, ni muchísimo menos, cuando yo era pequeña o cuando lo eran mis hijos; por otro lado, un asombro increíble al ver la, también, desbordante imaginación o el increíble morro, según se mire, que le echan algunos a la hora de montar un “curso, campamento, viaje” para niños de AACC, por último, la empatía hacia esos padres que, sin poder hacer frente a ese dispendio creen que “no lo están haciendo bien” con sus hijos de AACC por no poder hacer “cosas” ese verano.



Y es que aunque el refrán español diga aquello de “Sales más caro que un niño tonto”, la experiencia me dice que “un niño listo sale tan caro o más caro que uno tonto”, sobre todo si te dejas llevar por las modas o por el consumismo o si no le echas "sentido común" a la vida.



Y me sale la vena maternal y no puedo sino lanzarme a escribir para deciros unas cuantas cosas, fruto de la experiencia, sobre esos maravillosos cursos y campamentos de verano que van desde el típico estival de inglés, la robótica (con lego, sin lego, …), la música, el arte, hasta el  buceo.



1º)  La palabra vacaciones se deriva del latín “vacans”, participio del verbo vacare (estar libre, desocupado, vacante) y se denominan vacaciones a los días dentro de un año que se toman como descanso total o el receso de la actividad (estudio o trabajo) en un período determinado.



Al igual que alimentarse o dormir, el descanso es una necesidad biológica y mental imprescindible después de largas jornadas de trabajo, más en los niños de AACC que, mayormente han estado “malviviendo” la escuela, casi como si fuera una cárcel o como un centro de conflictos, ansiedad y frustración.



Desde mi punto de vista y basándome en el conocimiento y la experiencia, tal como he dicho al principio, en los niños, ante todo, las vacaciones son para descansar, dormir, jugar, aburrirse, soñar, salir de la rutina, hacer cosas distintas que no tienen porqué “ser útiles” al estilo de las nuestras, sentirse amados, seguros y tranquilos. 



Mis mejores recuerdos sobre la época estival son esos eternos días de verano al sol sin hacer absolutamente nada, jugando a los naufragios en la piscina, para cabreo de mis padres, con cáscaras de sandía en las que se habían subido un montón de hormigas descuidadas. Leyendo encima de la cama en la inevitable siesta, novelas policiacas, de vaqueros o románticas, aquellas que cayeran un mis manos.  Trasnochar mirando las estrellas u oyendo música y levantarse casi a medio día, con otro larguísimo día sin nada que hacer por delante.



2º)  Vivimos en una sociedad competitiva y consumista y queremos ser “los mejores padres del mundo mundial”. 



Vale, si tu eres de esos padres que se empeñan en hacer cosas “útiles”, -yo también lo he sido- te diré:  ahora que son mayores, mis hijos prácticamente no se acuerdan de esos “maravillosos cursos y campamentos de verano para niños/as de AACC” a los que los llevé durante su infancia.  Para mi coraje, tampoco se acuerdan de todos esos viajes culturales que hicimos durante esa época por medio mundo y que nos costaron una pequeña fortuna.  Yo sí que me acuerdo de la ilusión que me hacía, de los problemas de intendencia de viajar con niños pequeños, de los equilibrios económicos durante el invierno para aprovechar el verano, de que pensaba que estaba ampliando su mundo y sus posibilidades, de que pensaba que llenar su tiempo con todo tipo de actividades era lo mejor para ellos….  Conclusión, quien era feliz con esos viajes y actividades era yo, no ellos.



Sí que recuerdan los campamentos de Taekwondo de Dinamarca, a los que acudimos durante 5 años y de los viajes que han hecho a partir de los 11-12 años, pero los anteriores quedan en una nebulosa solo refrescada por las fotografías que prueban que ellos estuvieron allí y lo hicieron.  Y según ellos, los campamentos de verano especializados no fueron tan fantásticos y, palabras textuales, “nos los podríamos haber ahorrado”. 
 – ¡¡¡¡ Choffff !!!!



Una de mis mayores sorpresas al hablar con ellos sobre este tema es que uno de sus viajes más felices y que mejor recuerdan fue el de una semana en Marruecos, en un Hotel de 5 estrellas con todo incluido, en el que no hicimos absolutamente nada, excepto descansar.



3º)  Aquello de las vacaciones útiles.  (-¿Para quién?- deberíamos preguntarnos)



Si os empeñáis en medir el tiempo de vuestros hijos como si fuera el vuestro, a pesar de que vuestras necesidades y las suyas son muy diferentes, o si queréis lavaros la conciencia de la culpabilidad que supone no saber dónde vais a colocar a los niños durante las vacaciones porque vosotros no las tenéis. – Perdón, cierto: no todo el mundo tiene la suerte de tener vacaciones, no nos lo podemos permitir y no tenemos con quién dejar a los niños fuera de nuestro horario laboral, ...-, os vais a encontrar montones de excusas, - sí, se me ve el plumero-, de sabios artículos educativos y, supuestamente, pedagógicos, incluso, sanitarios, que os hablarán de las bondades de las “vacaciones útiles”, o de “hacer deberes en verano”, cuestión esta a la que nosotros nos hemos negado siempre por principio y que es tan fácil como enviar una nota al Colegio diciendo esto mismo.



Si es así, deberéis plantearos algunas cuestiones, porque en este mundo, como en todos, “no es oro todo lo que reluce”.



Antes de arruinar las vacaciones de toda la familia o de pedir un crédito para enviar a tu hijo/a a ese maravilloso curso/campamento, detente un momento y plantéate las siguientes preguntas:



¿De verdad que ese curso de buceo/inglés/robótica/música,… para niños de 6 a 18 años es lo que tu hijo/a de AACC necesita?  ¿En qué se diferencia ese curso de un curso de buceo/… para niños/as “normales” de 6 a 18 años, salvo en que cuesta el doble? ¿Si agrupan a los niños por edades y no por capacidades, no es más de lo mismo?



¿Quién te asegura que solo los niños/as de AACC van a acudir a estos campamentos?  ¿Tanto merece la pena que tu hijo/a se junten con otros niños/as con AACC como para que te gastes lo que no tienes en estos campamentos?  ¿Sabe tu hijo relacionarse con otros niños, sean o no sean de AACC? ¿Estar rodeado de otros niños y apartado de su entorno tras un curso “complicado” es lo que tu hijo/a realmente necesita?



¿Quiénes son esos supuestos “especialistas en AACC” que han aparecido como las setas por haber hecho “un curso de formación” sin ningún tipo de homologación y sin la más mínima experiencia en este campo, para dar ese curso? 



¿En qué le va a beneficiar a tu hijo hacer ese curso? ¿Le va a hacer más feliz, mejor persona?, ¿Le va a ser, siquiera, útil?



Por último ¿quiere tu hijo, realmente, hacer ese curso? 



Obviamente, mi experiencia es mía, pero es experiencia a fin y al cabo y dice el refrán que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.  Todo lo que vuestros hijos realmente necesitan es sentirse amados, seguros, tranquilos y disfrutar de vosotros con mucho, muchísimo tiempo por delante para algo tan maravilloso como "vaguear".



Sed felices.



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